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Fuego

  • Pinotta
  • 2 mar 2016
  • 5 Min. de lectura

Salió de la gran carpa después del espectáculo, a pesar de que odiaba ver animales encerrados, forzados a entretener a un público aburrido, había ido. Se vio impulsada por un deseo más fuerte que ella misma, había visto en el cartel de la entrada un anuncio que ponía “No te pierdas el gran espectáculo de Lord F, el hombre de fuego”. Como esperó desde el principio todo fue una farsa, pues al final dijeron que “Lord F” se encontraba indispuesto esa noche. Pero antes de marcharse volvió a tener ese estímulo más allá de sí misma, el circo la llamaba. En un reflejo fugaz se escondió entre la tela gruesa de la carpa y en vez de ir hacia la puerta de salida se dirigió hasta el interior del circo, donde estaban los animales y los tráilers de los artistas. La noche se expandía sin luna por el cielo y ella sintió frío, viéndose rodeada de oscuridad y jaulas silenciosas, optó por frotarse los brazos unas cuantas veces en busca de calor mientras seguía avanzando tras el telón del circo.

Reflexionó sobre su acto imprudente un momento antes de seguir y dándose la vuelta comenzó a caminar de regreso, hasta que una voz ronca la detuvo —Tú también puedes hacerlo ¿no es así? Por eso estás aquí.

Ella miró asustada hacia su izquierda, de donde había venido la voz, para encontrarse frente a una jaula completamente oscura. Forzó la vista para intentar identificar qué era lo que se estaba dirigiendo a ella desde el interior de esa jaula, mientras se acercaba con pasos silenciosos. Y entonces, en ese momento con un sonido de combustión apareció una llama dentro de la jaula, ésta permitió ver a un hombre sucio, de cabellos largos y barba abundante en el interior, la luz del fuego en su cara le hacía tener un aspecto maligno.

La muchacha buscó la procedencia de la llama con sus ojos y ahogando un grito se dio cuenta de que el hombre la había creado, lenguas de fuego salían de la palma de su mano con una naturalidad escalofriante. No pudo evitar dejar de respirar por un momento, asombrada de lo que veía, indecisa de si salir corriendo inmediatamente de aquel lugar o rogar por ayuda a aquel hombre de ojos oscuros. En cambio, él no hizo ningún esfuerzo por continuar la conversación, se limitaba a verla, buscando dentro de ella ese secreto oculto que le pesaba, mirando más allá que solo lo aparente.

— ¿L…Lord F? — fue lo único que salió de la boca de la chica.

— Sólo Merlín — le dijo el hombre, cansado, y apagó el fuego que había creado — Será mejor que te vayas antes de que sepan lo que marcado en tus ojos está, a menos que te quieras ver como yo en unos años. — Hizo una pausa, dando protagonismo al silencio paralizante, permitiéndole a los dos agudizar sus sentidos, escuchar la respiración agitada del otro. Merlín tosió antes de continuar — Es un error niña, fuimos mal hechos ¿Acaso no es por eso por lo que estás aquí? —dijo y ella asintió mientras tragaba con dificultad —No huyas de tu falla, te va a perseguir constantemente hasta que se haga insoportable, si quieres mi consejo, que supongo que es para lo que estás aquí, es mejor que lo dejes salir desde ya y para siempre... ¡Ahora muéstrame! —Exclamó mientras encendía sus dedos de un chasquido, el hombre la miró por unos segundos más y se acarició la barba con la mano que tenía libre — ¡HAZLO NIÑA!

Merlín había elevado la voz más de la cuenta, la joven miró a su alrededor con preocupación, nerviosa de que alguien escuchara aquella conversación, preocupada por lo que podría pasarle — Mientras más te tardes más pronto llegarán — le recordó el hombre mugriento de cabellos largos. Pero a pesar de eso, estaba absorta en sus pensamientos, por un momento no pudo evitar preguntarse ¿Este es el Merlín de los libros? ¿El mago que conoció al Rey Arturo? ¿Es real? ¿Cómo es que no tiene las manos de un anciano? ¿Qué lo mantiene esta jaula y como ha llegado allí? Y, con todo ese poder que tiene… ¿Qué le impide salir?

El hombre tosió de nuevo, esta vez para llamar su atención — No soy vidente pero si no te mueves tu jaula llega en tres minutos — Entonces ella en un impulso de atrevimiento miró sus manos y dejó escapar un suspiro. Llevó a la altura de su pecho la mano derecha y la convirtió en un puño, el aire a su alrededor batió su cabello, ella se concentró en mantener la temperatura adecuada dentro de su puño y cuando estuvo lista lo abrió. Una pequeña llama salía de su mano, ella levantó la cara para ver al hombre, adquiriendo en ese momento el mismo aspecto maligno que él había tenido minutos antes, pero luego sonrió y con esa sonrisa la expresión del mago también se suavizó — Eso es… deja que salga — Le dijo tranquilamente — Tu tienes el control.

Al escuchar las palabras del hombre se sintió más tranquila, casi segura, comprendida. Por años había viajado en busca de ayuda para aquella anomalía que no pidió tener y de un momento a otro, siendo llevada por ella misma, tenía al mago más poderoso que había pisado la Tierra, frente a ella — ¿Qué haces aquí encerrado? — La pregunta salió antes de que pudiera analizarla.

— Esa es una larga historia y es momento de que te vayas — dijo al tiempo que apagaba el fuego de su mano, por lo que ella hizo lo mismo — Ya saben que estás aquí… — La chica apretó su mandíbula y miró alrededor nerviosa, consumiéndose por el miedo — No temas, eres tu quien tiene el poder, no ellos. Eso fue algo que aprendí en mi juventud por mis propios medios, cuando comencé a caer en los abismos de las emociones causados por mis diferencias… Por el terror que ocasionaba a quienes no eran como yo — Le dijo el mago tranquilamente — Ahora ve, corre, detrás de los árboles si sigues el sendero de la izquierda verás más adelante un camino que producen las luciérnagas encantadas, ellas te llevarán de vuelta a casa — le dijo sacando una de sus sucias manos y señalando el follaje negro y espeso de los árboles que se extendían por el área — Procura avanzar sólo cuando las luciérnagas alumbran.

— ¿Por qué?

— Eso no quieres saberlo. Por tu bien, obedece. — contestó el mago.

La chica arrugó la frente ante el comentario del hombre, pero no pudo refutar nada. Lámparas comenzaban a verse a lo lejos y con ellas las voces de hombres hambrientos de poder, entendió que era el momento para irse — Volveré por ti, Merlín. — fue lo que alcanzó a decir en un susurro antes de perderse en el bosque, por el camino de la izquierda, esperando encontrar la luz de las luciérnagas encantadas.

Merlín sonrió ante tal comentario, pero no dijo nada en el momento. Una sensación de júbilo se encendía dentro de él, algo que había perdido la esperanza de encontrar nuevamente. Esperó que ella hubiera desaparecido. —Lo sé, hija.


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