Más que un deporte
- Pinotta
- 12 ago 2016
- 3 Min. de lectura

Indiferentemente de hace cuanto tiempo aparecieran las artes marciales y de la forma en la que las artes japonesas, chinas y demás se diferencian, el tema que voy a tocar el día de hoy, tiene que ver con eso más esa no es su base.
Recientemente estuve participando en una Competencia de Wushu, donde hubo combate y taolú. Y más allá de los nervios que sentía por no equivocarme en mis esquemas, además de por que ninguno de mis hermanos saliera herido de gravedad en los combates y por la responsabilidad que llevaba estar pendiente de los pequeños, todavía me quedó tiempo para observar un poco la dinámica competitiva.
Desde mis inicios en la vida, he odiado la competencia en todos los aspectos, no entiendo por qué el humano se afana en competir con sus iguales (o no iguales) para demostrar no sé que cosa banal y superficial. Pero bueno, al punto, dentro de todo el ambiente, de ver quien gana y quien pierde, de demostrar al mundo cual de los dos oponentes es más capaz, es más fuerte y tiene más probabilidades de llevarse a la princesa y toda la cosa (así como en el reino animal)... Me daba cuenta que el sentido de las artes marciales se perdía en el aire, apenas se podía apreciar un poco en la parte de taolú (esquemas, rutinas, lo que en karate sería un katá) y sin embargo era algo tan sutil que se confundía con autoridad y rigidez.
Me preguntarán ¿Entonces que son las artes marciales para ti, si no es competir, pelear y ser autoritario? Pues bueno, las artes marciales para mí, lejos de competir con alguien están sobretodo en el compartir diario; con tus hermanos, con quien te enseña la disciplina, más que pelear con fuerza bruta por un puesto es demostrar las habilidades que has adquirido en la disciplina, la forma en la que te desenvuelves en tu método de pelea y más que ser autoritario es saber tener una disciplina sana (si, disculpen la repetición de palabras) no es ser liberal, pero tampoco hiriente.
Y sobre todo, las artes marciales van más allá del esquema, de la pelea y del estilo. Lo que se considera como verdadero arte marcial marca tu vida diaria en todos los sentidos, porque no es solo una cuestión física, es una actitud constante, es una mente despierta y consciente, no es solo trabajar los músculos de las piernas y brazos por ejemplo, es por supuesto, también trabajar ese músculo llamado cerebro. Para mi, cuerpo y mente completan la totalidad de la marcialidad, siendo cada uno el 50% que lo compone. No sirve de nada tener buenas condiciones cuando nuestra mente es frágil, igualmente no sirve tener una mente poderosa cuando nuestro cuerpo carece de capacidad, por lo tanto, la fuerza de las dos partes dichas, da una razón para que la marcialidad se sienta representada por su nombre, que todo cobre sentido.
El Sifu (nuestro maestro) decía que los grandes Monjes Shaolin, los grandes Samurais, también eran grandes meditantes, así como personas nobles y compasivas, sabias, que conocían la totalidad (o al menos una gran mayoría) de su ser interior.
Tener una mente fuerte no es solo sentarse en silencio (pero si es una gran parte de ello) el paso diario por la vida, la manera en la que te relacionas con las personas de tu alrededor, la forma en la que conoces por que reaccionas de la manera que lo haces, o simplemente no reaccionar ante los estímulos, controlando a la mente y la somatización física, todo eso también forma parte del proceso de fortalecimiento, la práctica en la cotidianidad es muy importante. Tener una mente fuerte significa entrar a esos lugares oscuros que hay dentro de uno mismo y verse, tal y como se es, comenzar a trabajar en aquello que nos da miedo enfrentar, atenerse al dolor y a las molestias (sabiendo que estas no son eternas, y van a pasar), ser disciplinado, constante, fortalecer el dominio propio, auto observarse todo el tiempo y querer (por el amor de Dios) querer ser mejor cada día, transformar nuestras actitudes, ser luz en nuestro entorno. Claro está que es más fácil decirlo que hacerlo.
Pero una cosa es sencilla para mi, si de verdad quieres ser un artista marcial y no un deportista común, hay que ponerse a eso de allá arriba. No digo que ser un deportista común tenga algo de malo, felicidad para aquellos que se sienten satisfechos con eso, bastante que tienen que trabajar y esforzarse, pero hay que aprender a llamar las cosas por su nombre. Deporte y Marcialidad son dos cosas muy diferentes y para llegar a cualquiera de las dos se tiene que estar claro de dos cosas: uno, qué se es, y dos, qué se quiere ser.
Y de nuevo, llamar las cosas por su nombre.
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